«Entonces me contaba sus descubrimientos, como el de la lavadora que tenía un programa de autolimpieza, o como que en nuestro código genético existía un polimorfismo que tenía que ver con la longevidad. Le gustaba hablar, pero a veces, después de leerme un texto, o de explicarme algo que le hubiera sorprendido, se quedaba un rato callada, sin mirarme, como si estuviera concentrada en alguna reflexión de calado, o como si quisiera darme unos momentos para reflexionar a mí. Esta segunda posibilidad me ponía bastante nervioso, porque en ese caso se me tendría que ocurrir algo que decir. Algo a la altura. Algo con un mínimo de inteligencia o de interés. Y eso hacía que de forma inmediata se detuviera mi cerebro.»
Patricia Lodín. Ático en Doña Urraca. Ropa tendida (ocho coladas). Piezas Azules, noviembre 2017.